De la gran cantidad de grupos que han acudido, más de 30, destacaba la diversidad de material, vestimenta y equipamiento. Se impusieron unos mínimos que fueron respetados, en su mayor parte, y se vió una franca intención por mejorar en su equipo a grupos que están creciendo, intención que les honra y mejorará el panorama recreador español.
La convivencia, como suele en estos casos, fue genial. La organización, a cargo de Battle Honnours, atenta a resolver los problemas que podían surgir, y proporcionando cosas básicas como el agua fresca o la comida a quien la pedía, para lo cual estuvieron trabajando todo el día.
El sábado comenzó con un desfile, y posteriormente con un torneo de arqueros y esgrima (de espada y escudo), mientras preparábamos las actividades de recreación civil, que han sido bien acogidas, e incluso demandadas. Y aunque no pudimos hacer todo lo que teníamos propuesto y pensado (la misa se quedó en el tintero), tanto los discursos de los líderes (que nos pusieron los pelos de punta) como el juicio de Dios de la noche (hecho a viento y marea por la voluntad y tesón de unos recreadores ya extenuados a esa hora) agradaron y dieron un toque diferente. También aprovechamos para pasearnos por el campamento, aunque no tanto como quisiéramos, sugiriendo composiciones fotográficas, cápsulas y teatralizaciones.
Destacó la batalla del sábado. Acertada la hora del día, más fresca, y todavía con luz, la larga marchad el ejército cristiano bajo los cantos de Richard Bradley, a quien damos un pequeño homenaje por su trabajo, fue impresionante: rodeados por la naturaleza, el olivar, y la loma, se hizo dura, pero tuvo recompensa. Organizadas las tropas para el ataque, bendecimos como es usual, y cuidamos de los heridos y moribundos dando reposo a sus almas. El choque de más de 300 recreadores, una cifra muy alta para un evento de recreación medieval hispana, fue épico, y vivimos escenas que no pueden describirse con palabras. Cada grupo brilló con luz e iniciativa propia, y aún tuvieron que ganarse los galones derrotando a los imesebelen, unos senegaleses contratados por la organización que demostraron ser una gente simpática, alegre y con ganas de aportar. Al final, el palenque cayó, y los reyes volvieron a hacer los discursos, escritos por David Nievas, y se rezó el Te Deum. Después asistimos a la corte del rey de Castilla, organizada por Conca, donde perdimos el aliento en un ejercicio impresionante de "living history" al que aplaudimos, y en el que participamos con nuestro granito de arena. A la noche, y antes de cenar, se hizo el desfile de antorchas y el juicio de Dios.
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