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miércoles, 27 de junio de 2012

Fray Ordoño de Liébana

Datos generales

Tipo de personaje: principal.
Datación: siglo XIII (adaptable a XIV)
Semblanza: fraile franciscano de la rama observante, sacerdote y buldero.

Ejemplos de teatralización: misa, sepelio de difuntos, juicio eclesiástico, procesiones y rogativas, "batalla de sermones", administración de sacramentos (misas, matrimonios, entierros, extremas unciones...)
Ejemplos de cápsulas: oraciones individuales y colectivas, bendiciones ante de la batalla, cuidado de heridos y extrema unción durante el combate, venta de bulas e indulgencias, confesiones, redacción de testamentos, lectura de clásicos, debates teológicos...

Personalidad

Un hombre jovial y de firmes convicciones religiosas, que chocan al mismo tiempo con el pragmatismo del que hace gala, y que le lleva a no tener una vida demasiado ejemplar. Sin embargo, siempre está dispuesto a dejar de lado el pecado cuando la ocasión lo merece. El problema, es que la ocasión casi nunca lo merece. A pesar de todo, se toma en serio su voto de pobreza, ya que no hace gala ni ostentación de riquezas, y el dinero que obtiene, lo da a Genara, a los pobres o a su barriga... que también está, vive Dios, necesitada.

Historia de personaje (arquetípica)

Ordoño nace en el año 1184 en Potes, localidad del reino de León y antiguo pueblo del reino de Asturias. Criado en las estribaciones del Deva, su padre era un molinero local, que poseía un alambique de orujo. Siendo el menor de seis hermanos, sirvió como monaguillo del párroco local y cuando este murió viajó hasta León acompañado de su tío, un sacerdote de distinguida parola en el púlpito, que le instó a ingresar en la escuela catedralicia al comprobar que se le daban bien las letras y los latines.

Allí cursó estudios de teología, donde destacó por su interpretación de las sagradas escrituras desde una óptica más cercana al mundo que le había tocado vivir. Dada su falta de dinero, se desempeñó como goliardo y escribano a sueldo para ganarse el pan. No obstante, su ansia por conocer el mundo y llegar a la pureza mediante la imitación de Cristo le hicieron apartarse de la escuela, sin obtener el título de téologo. Atraído por el renombre de Francisco de Asís, buscó a su comunidad en Italia, y tras convivir con el santo y sus discípulos, recibió el hábito de la Órden Tercera. En principio su destino iba a ser la rama conventual, pero el prior de la nueva fundación en Lodi estaba en franco desacuerdo con sus interpretaciones de las escrituras, y su idealismo recalcitrante, por lo que optó por la rama observante, alejándose de los cenobios.


Algo desencatado por aquella experiencia, pensó que lo mejor era "llevar la fé" allí donde más se necesitaba. Atraído por la idea de cruzada, viajó con unos nobles franceses a Bizancio, donde ante el comportamiento sanguinario y codicioso de los que debían ser "defensores de la cruz" se comenzó a plantear su fe de modo más pragmático, y menos idealista. Curtido por estas experiencias, regresó a Italia desembarcando en el puerto de Messina, donde conoció a Genara della Crocce, una chica de burdel venida a menos a la que rescató de la calle. Ella "revolucionaría su vida", y se plantearon colaborar en términos de socios en un negocio. Y ese negocio era la guerra y las cruzadas que se declaraban por doquier. Ella vendería su persona, y el administraría estos bienes como su protector, ofreciendo además sus servicios como vendedor de bulas.

Así, viajaron al Languedoc francés con unos caballeros al servicio de Simón de Montfort, donde fueron testigos de la caída de Carcassonne y la derrota de los albigenses. Sin embargo, antes de la confrontación final en Muret, una nueva cruzada atrajo su atención: la de las Navas de Tolosa. En este punto, el obispo de Narbona, Arnaud Amalric, impresionado por su espiritualidad durante sus conversaciones, le había ordenado sacerdote para que le ayudara a dar los sacramentos a las tropas. Sintiendo una extraña llamada, dejaron la lucrativa campaña languedociana y marcharon hacia Castilla, donde se reunieron con el ejército cruzado en Toledo. A pesar de la deserción de la mayoría de los ultramontanos y la matanza en la judería, el obispo de Narbona siguió en la campaña y, con él, fray Ordoño y su barragana. Fueron testigos de la derrota almohade en las Navas de Tolosa, donde conoció al arzobispo de Toledo, Ximénez de Rada, que le prometió un convento de nueva fundación en Andalucía si se unía a su séquito.

En este momento, la historia de Fray Ordoño se vuelve un misterio. Hay quienes dicen que regresó al Languedoc para ver la derrota del rey de Aragón en Muret, y que viajó por otras partes del orbe cristiano. Y otros, afirman que aceptó la proposición del arzobispo, y tras avanzar con los ejércitos cristianos en Andalucía, terminó sus días como prior en un convento franciscano en la ciudad de Úbeda.

Vestimenta

Fray Ordoño viste un hábito franciscano temprano, basado en las series pictóricas y las representaciones más antiguas de la orden: las de Berlinghieri, Cimabue y Giotto (siglo XIII y principios del XIV). Sus complementos son sencillos, y propios de un campesino o un pastor: una talega para guardar sus cosas, una cruz de peltre, un sombrero de paja, unas abarcas de cuero o una vara para ayudarse a caminar.